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El nacimiento del jeroglífico de Santa Teresa

El nacimiento del jeroglífico de Santa Teresa

Historias de Santa Teresa: El nacimiento del jeroglífico en las tertulias abulenses

Por si no lo sabías, la historia de nuestra marca data del siglo XIX, cuando Isabelo Sánchez fundó “La Dulce Avilesa” allá por el año 1860. Desde entonces y hasta nuestros días, la evolución de Santa Teresa ha estado repleta de interesantes anécdotas que queremos compartir contigo. Este es el primer artículo de una serie en la que hablaremos de los pasos que nos han llevado a ser lo que somos hoy. Son pequeños cuentos que hemos conformado gracias a testimonios y recuerdos de personas que estuvieron allí. Para empezar, hemos querido indagar en el origen del jeroglífico que ha acompañado desde siempre en las cajas de nuestro producto estrella, las yemas. Si sigues leyendo, te lo contamos todo.

 

¿Cómo nació el jeroglífico de Santa Teresa?

Te invitamos a imaginar el Ávila de principios del siglo XX. La ciudad era muy diferente a la que hoy conocemos. La mayor parte de la vida social se llevaba a cabo en clave de cercanía, donde los espacios elegantes y de postín tenían una especial relevancia en el devenir de los días. Era una época de un desasosiego general en una sociedad que vivía envuelta en una terrible inestabilidad política. Tanto es así, que la Flor de Castilla (La empresa resultante de “La dulce Avilesa”) siempre fue un lugar habitual de tertulias culturales, donde algunos intelectuales de la época debatían y compartían ideas en esos tiempos difíciles. Pero tras la Segunda República y la Guerra Civil, estos encuentros pasaron a realizarse también en lugares más mundanos, sin perder de vista nunca a nuestra idílica pastelería. Por aquel entonces el interior de la muralla era la zona más populosa de la ciudad y desde el actual Mercado Chico hasta el Arco del Puente, toda la calle Vallespín era un tumulto de negocios, como zapateros, guarnicioneros, peluquerías, colmados y como no, las tascas. Nuestra historia comienza en una de ellas, justo al lado de la Academia de Intendencia, en una taberna que había pasado de padres a hijos, primero como “El Segoviano” y posteriormente como “Teodorillo”. ¿Quién de aquella generación no recuerda el lugar? Maximina tras la muerte de su marido, cedió el negocio a su hijo Teodoro que junto a Teresa regentaban aquel lugar donde sus callos y picadillos lograron alcanzar gran fama entre los abulenses y los visitantes. Fue allí, junto con otros bares emblemáticos como Casa Patas, Piquío o Valentín y por supuesto La Flor de Castilla donde se repartían aquellos encuentros. Dicen los testimonios de aquellos años que personalidades como Camilo José Cela, Adolfo Suarez o Miguel Delibes frecuentaban dichas tertulias. Pero de manera habitual, acudían un grupo de personas influyentes entre las que se encontraban el pintor Eduardo Chicharro, Pepe Sánchez, López Prieto, José Sánchez Merino y Paco Sánchez Merino, más conocido como Paco Flor. Estos dos últimos eran nietos de Isabelo Sánchez, el fundador de Santa Teresa y cuentan que fue en esos ambientes donde se esbozó lo que ha sido uno de los emblemas de la marca.

El diseño del jeroglífico de Santa Teresa

Dicen que en Teodorillo y sobre una servilleta de papel nacieron los dibujos que hoy vemos en el interior de las cajas de nuestras yemas. Se trata de un jeroglífico donde se divide el nombre de “Yemas de Santa Teresa, La Flor de Castilla” con distintos dibujos y letras. En su diseño podemos ver la imagen de Santa Teresa de Jesús, la nota “La”, una flor y el mapa de Castilla la Vieja entre otras cosas. Hemos de entender que dado que de los hermanos Sánchez, José, era publicista de profesión y dibujante por vocación, fue el encargado de convertir aquellos trazos en una realidad. Posteriormente esto lo plasmó en un lienzo que actualmente se expone en el establecimiento de la Flor de Castilla en la plaza José Tomé de nuestra ciudad.

 

La imagen de Santa Teresa en la actualidad

En Santa Teresa no nos olvidamos de nuestros orígenes, pero también creemos que es necesario adaptarnos al paso del tiempo. Por eso hemos querido seguir conservando la esencia de nuestros fundadores y sus familiares directos. Aunque nuestra imagen ha dado un giro estético importante, en el interior de nuestras clásicas yemas sigue estando vigente aquel diseño que con tanto cariño elaboraron un día aquellas gentes que se reunían cada semana en las tabernas de nuestra ciudad. Un sello que se ha transmitido generación tras generación y queremos que siga siendo así, porque la historia nos dice quiénes somos y es nuestra mejor carta de presentación.


Yemas de Santa Teresa